Greta Garbo: la diosa del silencio. Una inteligencia fuera de serie que valoro como nadie el poder
- Carlos Leonel Sotelo M.
- 10 ago 2016
- 3 Min. de lectura

La vida de Greta Garbo, su imagen, su vida, su propia leyenda, su mito, su historia cinematográfica y su posterior retiro de los estudios cinematográficos, su silencioso caminar por la vida después de la gloria nos habla silenciosamente, casi como un gesto invisible del arte después del arte. Ese sutil guiño nos cuenta de la elegancia, del arte mismo del silencio, de la soledad. Una actriz es mitad humano y mitad sueño. Casi como las sirenas: mitad humano y mitad fantasía. Para aquel que canta, que interpreta las partituras, los diálogos de un guión histriónico la vida de Greta Garbo es una forma sumamente hermosa de entender el sueño y fantasía del arte, pero además contiene (como un cofre repleto de perlas preciosas) el maravilloso tesoro de la mesura, del silencio inteligente. En muchísimas ocasiones la Garbo cuestionó a los periodistas que la entrevistaron, cuestionaba su parloteo, su abrir la boca solo por abrirla.

Cuestionó en todo momento el porqué del desperdicio en el lenguaje humano y especialmente el porqué de la mentira y la verdad en medio de su propio mito. Ya en su retiro cinematográfico, en el esplendor de su belleza y de sus magníficas dotes histriónicas e interpretativas, un periodista la abordó en una entrevista, con la intención de preguntar acerca de su ausencia definitiva (la cual ocurrió en 1941 y setenta y cinco años después sigue siendo un misterio: ojo con eso), el hombre en aquel momento inició así: “Yo me pregunto…” a lo que ella le contestó “tiene usted razón… ¿Para que preguntarse?” y se retiró del lugar. Siendo esta la entrevista más corta jamás conocida.
Greta Garbo valoro tanto la palabra escrita y pronunciada que una de sus frases más célebres, fue un comentario íntimo a una amistad cercana a la cual le confesó (acerca de su reclusión, su obstinación por mantenerse al margen de la fama, de su propio mito y leyenda): “Hay muchas cosas en el corazón que nunca se podrán decir a otra persona. Ellas son tuyas. Tus alegrías y tus penas: privadas. Te abaratas a ti mismo, tu interior, cuando las dices”.

Greta Garbo sembró en el mundo del cine la elegancia, el arte y la interpretación histriónica seria, comprometida, pero también la honestidad, la sobriedad, la elegancia misma del silencio y con el ejemplo nos habrá de preguntar si realmente vale la pena abrir o no la boca. En esta época moderna donde las redes sociales han entrado a hurgar en la intimidad de todo el género humano, en donde cualquier persona es libre de opinar, juzgar, señalar, condenar y destruir a un semejante; donde un estado de ánimo puede ser leído, comentado y observado, es prudente cuestionarnos en donde está la frontera entre lo público y lo privado. Donde es PRUDENTE guardar silencio y hasta donde es saludable ventilar nuestras vidas privadas.
Por ende a nosotros los escritores, Greta Garbo se alza como un epítome no solo de inspiración casi de naturaleza divina, también nos cuestiona el razonamiento antes de redactar un argumento: cuidemos el porqué de nuestros motivos para la redacción de una idea; cuidemos, analicemos, preparemos y fortalezcamos aquel legendario y burdo “yo me pregunto”. Una hoja en blanco es tan bella y sensible, tan inteligente y terriblemente susceptible como la inteligencia de Greta Garbo. Viva para siempre mi amada Greta… mon petite je t'aime.
Desde dentro, siempre. Sempre di piu. Carlos Leonel Sotelo Miranda
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