De amor y otras tragedias PARTE I: el fin de una era
- Carlos Leonel Sotelo Miranda
- 29 jul 2016
- 4 Min. de lectura
El ser humano irremediablemente pasa su vida cerrando círculos de vivencias, de experiencias y aprendizajes para abrir otros nuevos. Se diría que esta es la única forma de alcanzar la renovación mental y espiritual que un sujeto necesita para poder sustentar su “yo” interno. Nadie se salva de esa variable la cual generalmente (salvo raras, muy raras excepciones) trae consigo dolor, sufrimiento, muchísimos aprendizajes y en ocasiones son vivencias tan fuertes que muchos quedan atrapados en la elíptica de ese círculo, girando alrededor del problema siendo incapaces de abandonar aquel infierno. Como un planeta girando alrededor de su estrella por toda la eternidad. Siempre he sostenido que todos los seres humanos tienen una historia que contar, una vivencia que marcó su vida en un antes y un después. Yo no fui ni seré la excepción. Por eso precisamente escribo; para poder darle forma a la monstruosidad que a veces representa una experiencia dentro de esta aventura a veces temible, a veces apasionante que es la vida misma, yo decidí cerrar un circulo de mi vida que amenazaba con volverse mi perdición. Me refiero a la música comercial; al negocio de la formula música pop/Tv comercial.
Corría el año del 2004 cuando tomé la decisión acertada (y con muy poderosas razones en su momento) de cerrar ese capítulo en mi vida: era yo un supervisor de una maquiladora que tenía severas y delicadas preguntas acerca del porqué de mi existencia en este mundo, me cuestionaba asuntos de profundidades axiológicas indescifrables. No lograba unir las piezas de mi rompecabezas. Mi vida personal era poco menos que un desastre nuclear, había llegado al punto de quiebre: mi vida laboral, mis inquietudes artísticas y mis líos personales no encajaban dentro de este mundo. Para colmo tenía muy claro que mi música (mi deseo de ser conocido como cantante comercial) había llegado a un punto en que no había más oportunidades y la televisión no era una opción. Me había quedado muy claro después de mi paso por TV Azteca. Entonces enfrente la disyuntiva irremediable de abandonar la fuente de mi sustento económico, con todos los riesgos definitivos que esta decisión traería, y sopese irme a vivir del aire a la Cd. De México para buscar oportunidades cantando en bares, eventos, y quizás con suerte, con mucha suerte, llamando a los contactos que había dejado allá, convertirme en corista de algún cantante famoso… y quizás algún día poder intentar algo como solista…Pero no, mis bosquejos trasnochados no tenían sustentabilidad, siendo fríamente pragmático yo no tenía las armas necesarias para defenderme, irme a la capital de la república solo, sin nada ni nadie que me cobijara en la metrópolis era como un suicidio.

La experiencia en la televisora del Ajusco me había dejado amargas experiencias que no podía resolverlas de inmediato, salí de aquellos foros con una mano atrás y otra adelante, con el boleto del taxi al aeropuerto y con el boleto de avión a Cd. Juárez como único nexo con el mundo real, sintiéndome la persona más insegura del planeta; era yo una especie de despojo humano que alguna vez había intentado cantar. Las palabras de Lilia Sixtos habitaron por años en mi cabeza loca y desprovista de cordura y sensatez: “Tu no sirves para cantar”. Esta vivencia (por añadidura) me había dejado claro que ser una estrella pop no era lo que yo buscaba. En aquella selva negra repleta de fieras, serpientes, mierda y estiércol yo hubiera perecido buscando una oportunidad para darme a conocer. El teatro, la literatura y demás disciplinas necesitaban descansar dentro de mi pues no lograba asir mi concepto de las artes vs lo que había experimentado haciendo coros para estrellas musicales de la mencionada televisora buscando la oportunidad de los castings para productores musicales pagando favores a periodistas de espectáculos para poder llegar a estos exclusivos círculos del comercio musical moderno de esa época.
Era momento de poner tierra de por medio. Mi sexto sentido me indicaba que solo así lograría al menos la cicatrización de las heridas que aquellas experiencias me habían dejado. Empaque dos o tres cosas y me fui a vivir a Estados Unidos con todos los riesgos, cambios, choques culturales que estas decisiones traen consigo y enfrentando la barrera del idioma como primer obstáculo entre otras cosas que no viene al caso citar aquí. La música, el canto, los libros, mis escritos, mis dibujos, la universidad, los talleres, las experiencias dentro del teatro, las malpasadas, los esfuerzos, los sacrificios, los ayunos, las asoleadas, los regaños en casa, las reprimendas laborales por las vacaciones solicitadas antes de tiempo, los permisos laborales, los gastos impensables, las deudas, los préstamos en efectivo y toda la basura y excrementos del pasado los vertí al caño. Lo tangible lo guarde en un armario y lo intangible lo bote al inodoro. Era necesario empezar de cero en otro país, con otro idioma, con otras gentes... Ya vendrían con días nuevos, nuevos afanes y nuevas zozobras… (Continuara)
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